Aquellos que recordamos el gol anulado a Inglaterra en los cuartos de final del Mundial de Sudáfrica, o los penalties ignorados en las semifinales de la Champions League de 2009 entre Chelsea y Barcelona, entre muchas otras decisiones arbitrales cuestionables, vemos con buenos ojos la ayuda tecnológica.
El asunto es que cada fin de semana, aún en las ligas de mayor rigor, nos enteramos de errores garrafales en las decisiones de los árbitros. Es normal: el error humano actúa de formas insospechadas e involuntarias. Lo que extraña es que el VAR, que debería corregir y ayudar a los jueces de campo, actúa de manera errónea como si se tratase de un asunto de conveniencia, de voluntad.
Recordemos que el VAR interviene en jugadas que pueden influir en el juego de manera considerable. Una falta dentro del área, una mano causal de una sanción de penalti, una expulsión que el central no observó en su momento, o un fuera de juego ignorado o difícil de percibir que finalice en un gol. Todo está pensado para evitar errores manifiestos y de alta gravedad.
¿Qué sucede cuando no es así? Todos esperamos un margen de rectitud con el VAR presente. «Para algo está», repetimos siempre. Su intención de justicia lo remarca en cada situación de juego que interviene. Cuando falla, la decisión es imperdonable. Inexcusable. Preferimos regresar al viejo sistema, porque su mala aplicación cuesta más que antes, cuando no existía.
Amores y muchos odios dentro y fuera de la cancha
Vamos a los ejemplos. La lucha por la actual Premier League es una pugna entre Arsenal y Manchester City, con un Manchester United que los persigue y un puñado de equipos que luchan por los cupos europeos, aquellos de media tabla que se han vuelto protagonistas.
Cualquier punto cuenta y el Arsenal ha visto cómo el error del VAR le ha quitado algunos que pueden definir el título. El último partido en cuestión: el Arsenal recibía en casa a un Brentford complicadísimo. Después de tanta insistencia, Leandro Trossard adelantaba a los gunners.
La polémica estaba por venir: un tiro libre de los visitantes acabaría en gol luego de una disputa de balón por el aire. Christian Nørgaard, quien asistió a Ivan Toney, se encontraba en fuera de juego. Lee Mason, encargado del VAR, pasó de largo la acción que invalidaba el gol. El final: empate 1 a 1.
VAR Lee Mason didn’t notice Christian Nørgaard coming back from an offside position for Brentford’s equaliser against Arsenal.
For that reason, offside technology wasn’t applied and the goal was given.
PGMOL admit it was ‘human error’.
(h/t @DaleJohnsonESPN) pic.twitter.com/tRLhKI4tfX
— ESPN FC (@ESPNFC) February 12, 2023
Ese mismo fin de semana, el Brighton sufriría las injusticias del VAR. Un gol mal anulado por fuera de lugar a Pervis Estupiñán le costaría la victoria a los seagulls, que pelean puestos de clasificación a torneos europeos.
El PGMOL, responsables de los arbitrajes en la Premier League, salió al paso para disculparse con ambos equipos por los errores garrafales que costaron en el resultado. Es más: Lee Mason presentó su dimisión al cargo y no arbitrará más partidos luego de su equivocación al frente del VAR en el encuentro del Arsenal.
Paños de agua tibia: la temporada ha estado marcada por eventuales interpretaciones dudosas. Una de las más recordadas fue el agarrón de pelo de “Cuti” Romero a Marc Cucurella que debió pitarse como falta flagrante, digna de amonestación a favor de los blues.
El árbitro no contempló la falta, el VAR no intervino a pesar de lo evidente ante las cámaras de televisión. La consecuencia: un gol en la jugada siguiente que salvaría un empate agónico para el Tottenham y le quitaría la victoria al Chelsea.
Italia no ha estado exenta. Vamos al partido Salernitana vs. Juventus en septiembre de 2022. Minuto 95’, empate 2 a 2. La “Vecchia Signora” ejecuta un tiro de esquina que acaba en gol tras el testazo de Arkadiusz Milik. El VAR anula la jugada tras un supuesto fuera de lugar de Bonucci, que interviene en la visión del portero.
Lo insólito es que el cuerpo arbitral traza la línea de fuera de juego tomando como referencia a un jugador dentro del área, olvidándose por completo de Candreva, que desde afuera habilitaba por completo la posición de Bonucci. Un escándalo que dejó expulsados y un debate abierto en la Serie A sobre el profesionalismo de los colegiados al frente de la ayuda arbitral.
Tonight in Turin, Serie A officials took “Instagram v reality” to an incredible level.
Disallowing this Milik goal AFTER USING VAR TECHNOLOGY is an absolute scandal! pic.twitter.com/AR7aNAn7Kz
— Adam Digby (@Adz77) September 11, 2022
¿Para qué está entonces el VAR? ¿Qué criterios siguen los árbitros para convalidar o anular una acción? Las disculpas del PGMOL son tardías: el resultado está firmado en la tabla de posiciones, aunque al menos en Inglaterra aceptan el error.
Así pasamos todos los fines de semana. Amamos al VAR cuando su rectitud corrige la injusticia, pero su mala aplicación genera una molestia más profunda que la que sentíamos con los jueces centrales, en tiempos en que todo se decidía a ojo. Odio puro.
Nos sentimos engañados. Más que nunca pensamos en la trampa. Qué dirá el hincha español que por estos días se entera del escándalo arbitral que envuelve al FC Barcelona. Todo el sistema de colegiados, con el VAR incluido, tiene en duda su legitimidad y cada partido produce mayor desconfianza.
La sensación se esparce por el mundo. Claro está que cuando es nuestro equipo el afectado, pensamos en quemar el sistema implantado, y cuando es el contrario, reconocemos con algo de vergüenza el error que nos favorece.
Solo pedimos que si el VAR está para impartir justicia, funcione como tal. El reglamento es explícito. Nos deben miles de disculpas y quizá, cuando error es imperdonable, deseamos ver la honestidad de un juez que admite su error y prefiere dar un paso al costado.
Nuestra admiración profunda a Lee Mason. Un caballero del fútbol.